jueves, setiembre 03, 2009

Sol y Luna

Más allá que más acá, entre una luz que intentaba preponderar y un viento que no cesaba de soplar se conocieron. Ellos se verían para saludarse por compromiso o no y nada más.
La Luna, reina de la noche conocía bien el secreto de las sombras y el hechizo que el alcohol ejercía en la oscuridad y por cierto que esto estaba muy a su favor; por el contrario, no entendía como el Sol, eterno trabajador y amigo de las nubes, jamás conoció las estrellas.
Para el Sol era el “no poder” el que deambulaba por sus razones; pero fue esa suerte de “fetiche” (tal como él conceptuó a su desconocimiento de la noche), lo que lo animó a sugerir y preguntar. Quizás fue la timidez o la privacidad de sus secretos la que la indujeron más tarde a la Luna a no responder. Lo cierto es que el Sol se encontraba fervoroso de avidez por conocer y quiso embriagarse con la noche y quiso conocer sus sombras, quiso saber su aroma y toda esa magia oculta que tanto desconocía.
Sin embargo la Luna entendió mal y pensó que podía perder su trono a manos del Sol.
Así fue como le negó la noche.
Todo esto terminó por confundir al Sol que finalmente se exilió en el día.
Ellos se conocieron en una hora no acordada, por compromiso o no y nada más; y ahora, a esa hora, o a cualquier otra, ya no se ven, o ya no se recuerdan, ni sus anhelos, ni sus temores, lo seguro es que el Sol jamás bebió gota alguna de la noche y debajo de mi puerta, una mañana, alguien dejo un papel que decía:
“ …quizás mañana sea demasiado tarde, quizás más tarde sea demasiado tarde. Nunca sabré que ideas habían debajo de esos cabellos castaños, azules o negros, o que ocultaban esos ojos verdes, azules o ciegos…”

No hay comentarios.: